Los sistemas electromecánicos jugaron un papel crucial en la Revolución Industrial, transformando la producción y la manera en que se organizaban las fábricas. La combinación de electricidad y maquinaria permitió mejorar la eficiencia y aumentar la capacidad de producción. A finales del siglo XIX, la introducción de motores eléctricos sustituyó a las antiguas máquinas de vapor, proporcionando una fuente de energía más flexible y controlable.
Las fábricas comenzaron a utilizar cintas transportadoras y sistemas de transmisión eléctrica, lo que facilitó la automatización de procesos y redujo la necesidad de mano de obra intensiva. Esto no solo aceleró la producción, sino que también mejoró la calidad de los productos. Además, los sistemas electromecánicos permitieron el desarrollo de nuevas herramientas y maquinarias, ampliando las posibilidades de innovación.
A medida que la electricidad se fue integrando en la industria, surgieron nuevas profesiones relacionadas con el mantenimiento y la operación de estos sistemas. En resumen, los sistemas electromecánicos fueron fundamentales para la Revolución Industrial, marcando el inicio de una nueva era de desarrollo tecnológico y económico.